Entre el león y el hombre de Tigre: ¿Por qué votar a Massa?

Por Myriam Pelazas *

 

Montones somos seguro quienes nos acordamos de los días del segundo semestre de 2015 en el que, de pronto, un candidato medio anodino que no nos había seducido con su fe ni su esperanza empezaba a enamorarnos gracias al despiadado resplandor de los ojos de su contrincante. Un frenesí defensivo nos hizo transpirar hablando de la importancia de votar a Daniel Scioli, intercambiar estrategias para convencer al apático o apática que se nos pusiera a tiro y aún a quienes nos decían que querían cambiar. Perdimos el ballotage, pero por un pelito, y no dejo de pensar qué hubiese pasado de despabilarnos un poco antes, quizás catástrofe de tamaña dimensión como fue la del macrismo no hubiera sobrevenido.

Alguien podría decir que a lo largo de estos 40 años de restituida democracia hubo varios tiempos oscuros, por caso, los gobiernos de Menem y De la Rúa. Ajá, no obstante, sus antesalas fueron muy distintas y de eso queremos hablar aquí, del tiempo apenas antes de las elecciones. Es decir, en aquellos días primaverales de 2015, Macri no ganó alardeando neoliberalismo; mucho menos Menem que llegó a la presidencia con promesas de “Salariazo y revolución productiva” frente a un Angeloz que en su publicidad electoral usaba un enorme lápiz rojo para tachar lo que no servía y achicar el déficit fiscal. Esa estrategia no le rindió al radical cordobés (más allá y más acá de la híper y de los capitanes de la industria horadando a Alfonsín junto a otros asuntos que no vienen a cuento en este breve artículo) que como sabemos perdió las elecciones. De la Rúa, en cambio, fue el candidato de una alianza cuya misión principal era acabar con diez años de menemato (aunque entonces compitiera contra Duhalde que había sido vice del riojano, pero hacía rato estaban distanciados) y aunque la fórmula aliancista no repelía la convertibilidad –muy por el contrario– la asociaba a estabilidad más que a un signo del derrame que nunca llegaba. Ergo, lo que quiero subrayar es que nadie arribó al Ejecutivo diciendo que iba a terminar con derechos que otrora costaron sangre, sudor y lágrimas. De modo que la cercana posibilidad de que se convierta en presidente un señor que grita que hay que acabar con casi toda la estructura del Estado (por ejemplo, degradar al ministerio de Salud justo cuando venimos de una pandemia colosal); que habla de la dolarización como de ir a comprar chupetines; que niega el calentamiento global; que dice que la obra pública debe ser solo privada; que pone entre sus gestiones favoritas la de Margaret Thatcher; que habla de la libertad como bien supremo, pero propone referéndums para revocar leyes como la de interrupción voluntaria del embarazo; que avala la libre portación de armas y aún la libre venta de órganos y que, como si fuese poco, su candidata a vice es procesista. En rigor, en otros confines del mundo aparecen grupos con pensamientos semejantes, pero Argentina es una nación reconocida internacionalmente porque los DD. HH son políticas de Estado y por la capacidad de movilización de su pueblo, de allí lo desconcertante e inédito de este tiempo que vivimos.

Ahora bien, no consumiré más caracteres hablando de L.L.A (menos aún de quien manifiesta como única idea de campaña la desaparición del kirchnerismo), pero antes de referir por qué militaré a Sergio Massa sumo una reflexión de Dora Barrancos, quien dice que lo que se nos plantea del otro lado es pre-especie humana, no por deshumanizar, sino porque no somos lobos esteparios, porque la especie humana es masa social. Así, con menos estilo que Dorita, pero similar entusiasmo, voy a militar a Massa por lo que hay enfrente, pero también, porque a pesar de los números de la inflación que se suben como garrapatas por la espalda, el hombre no cesa de ir de aquí para allá en su doble rol de ministro de Economía y candidato. Y esa capacidad de acción, en los últimos días empieza a generar reacción: no va en zigzag hacia la nada, sino que explica un horizonte arreglando con este y con la otra, ideando medidas que si suenan tardías es porque el FMI no jugó para nosotres y, entre otros ardides, nos obligó a una devaluación que aún duele.

Aclaración necesaria: durante muchos años vi en Massa el remanido estereotipo de un vendedor de autos con mucha sonrisa y conocimiento sobre el producto que vende y nada más y no olvido que solo cuatro años atrás titubeó entre jugar con Mariu o –vía Alberto– conformar el Frente de Todos; tampoco olvido sus juveniles orígenes liberales. Pienso, sin embargo, que las personas cambiamos según las circunstancias y en circunstancias extremas como estas entiendo que es un buen piloto de tormentas. Alguien probo para enfrentar a quienes nos quieren morfar como pacmans: además Massa se la cree y eso frente a un personaje como Milei es importante. Hace años se le paró de manos a CFK y ese pecado original  –que por otra parte la Jefa perdonó– hoy puede jugarle a favor: cuando Massa dice que va a dejar todo en la campaña, le podemos creer porque hace años está disputando poder, no es un invento, ni una performance lo suyo. Entonces Massa no me encandila, ni enamora, pero le creo.

Mientras escribo, de coté, leo un volante de Unión por la Patria y no puedo dejar de pensar que en los actos de L.L.A suele flamear alguna bandera yankee. El lema de UP es “para defender tus derechos. Para conquistar los que faltan” y me alivia que así sea porque parecería que hubiera que esconder la palabra “derechos” cuando en verdad lo que está mal es que a tanta gente le falten y que se digan y no otorguen. Otra frase del volante dice: “Unión para una sociedad más justa y segura”. Hay compañerxs que despreciaban el concepto de “seguridad” y por eso aún miran mal a Massa que prioriza el tema, compas a quienes tampoco les gustó oír a Cristina, hace un largo año y medio atrás cuando dijo que el tema no tenía que faltar en nuestra agenda. Pero es que son muchas las mujeres y los varones que cada día salen de sus moradas con miedo de no regresar. Y el volante dice al final: “La Patria es la escuela, el barrio, el club, la universidad, nuestra historia, el trabajo, la familia, los amigos, los encuentros. La Patria sos vos. Vamos a defenderla”. Vos, no el/la otrx, ese concepto que nos gustó, pero a la vez dejaba una sensación de extrañamiento antropológico: hoy tenemos que ser/estar más cerca.

Por eso banco el spot de campaña de UP con imágenes de la Argentina campeona del Mundo, porque hace muy poco fuimos “la patria” y nos embanderamos con cantos en los que volvían los pibes de Malvinas.  El spot terminaba con Cristina en un avión de Aerolíneas acompañando  –no dirigiendo– a Massa y creo que es zonzo insistir con que la Jefa no aparece, está como en esa imagen y hay votos que es mejor buscarlos sin ella, sabiendo que está a pesar del magnicidio que milagrosamente no fue. También por eso milito a Massa, porque en ese asesinato fallido hubo simpatizantes de los partidos políticos opositores que querían a Cristina “muerta o presa”. Si en días en los que somos Poder Ejecutivo, el Poder Judicial no investiga el atentado a la vicepresidenta de la nación, qué podemos esperar si gobierna una fuerza que le es genuflexa o la otra que no acusa a los cortesanos de ser la verdadera “casta”.

Las medidas económicas de los últimos días calman un poco la orfandad que sentíamos y hay mayor registro de aquello que a parte de la población sedujo del león, hay chances para que el hombre de Tigre evite el desastre si nos implicamos y en lugar de emular a Cassandra, somos muchxs quienes tomamos el timón para evitar el naufragio.

 

*Doctoranda en Ciencias Sociales (UBA), magíster en Historia (UNTREF) y licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA). Investigadora en políticas públicas, género y discriminación.