El frenesí parlamentario, sus ramificaciones sobre el Poder Judicial y el eco mediático de los últimos días reactivaron la confrontación entre la Nación y la Ciudad, luego de la etapa administrada con plena sintonía ideológica por Mauricio Macri en Casa Rosada y Horacio Rodríguez Larreta en Capital Federal. El tono conciliatorio de Alberto Fernández y la suspensión del conflicto impuesta por los efectos de la pandemia habían extendido la convivencia sosa entre ambas jurisdicciones a pesar del cambio de gobierno. La preminencia de porteños como protagonistas de esta pugna matiza las proyecciones y remite, al mismo tiempo, a la reedición de las discusiones fundacionales del país.
La pelea del Frente de Todos (FdT) y Juntos por el Cambio (JxC) alrededor de la coparticipación de la recaudación tributaria que le corresponde a la Ciudad condensa el choque de intereses entre los principales antagonistas del sistema político argentino. De un lado, la experiencia de la derecha restauradora bajo el macrismo, cuyo naufragio obligó a los grupos económicos locales a convertirse en topos de la coalición peronista urdida por Cristina Fernández y encabezada por Alberto Fernández, y del otro, las diversas facciones o corrientes internas del oficialismo, que cohabitan más o menos coordinadamente según el temario que se ponga sobre la mesa.
En ese sentido, la escalada verbal de la discusión por Twitter que protagonizaron el ministro del Interior, Eduardo “Wado” De Pedro, y el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, expresa un juego de negociaciones y tensiones, ora soterradas pero a la larga públicas, desde los días previos a la expansión mundial del coronavirus. Tras la media sanción del proyecto de traspaso de fondos nacionales para que el distrito afronte los gastos en seguridad pública y el giro al Senado para que se avance en la creación de una comisión que estipule el monto de forma consensuada, el alcalde enhebró un hilo de mensajes en esa red social para victimizarse atribuyendo “arbitrariedad” y carácter “intempestivo” al oficialismo por lo que consideró una “quita”.
Su argumento central es que el decreto presidencial del 9 de septiembre pasado, que capturó 1,18 puntos de los fondos que Mauricio Macri había incrementado de 1,4 a 3,75 en enero de 2016 sin fundamentos y Fernández transfirió a la provincia de Buenos Aires para que Axel Kicillof hiciera frente a la demanda salarial de la Policía Bonaerense, “afectó gravemente al presupuesto en ejecución”. “Desde ese día, la Ciudad dejó de recibir 150 millones de pesos por día. Para fin de año será un total de 13.000 millones de pesos (menos) y, para el próximo, 53.000 millones de pesos (menos)”, abundó.
De Pedro, por su parte, adujo que “corregir no es quitar”. “En 2016, aprovechando la transferencia de la policía a la CABA, Macri aumentó de manera desproporcionada y con una clara finalidad partidaria los recursos que le correspondían de un 1,40% a un 3,75%”, tuiteó.
Realidad en Aumento tuvo acceso a un documento del oficialismo en el Congreso que postula que “la diferencia que se apropió indebidamente la Ciudad es más del triple de lo necesario, 86.269 millones de pesos en cuatro años”. Consta en ese material que la generosidad cambiemita desde la cima institucional del país se basó en el agotamiento de las fuentes de financiamiento de las que había gozado el Pro entre 2007 y 2015 en territorio capitalino, “por el peso creciente del endeudamiento público y la bola creciente de los costos de los contratos corrientes”. Vidriera y mostrador recaudatorio para auspiciar las aventuras de la derecha vernácula, los intereses de los préstamos contraídos se duplicaron en ese período, el peso del stock de deuda subió un 140% y se dolarizó y la inversión pública estuvo planchada todo el período, precisa esa pieza.
Del informe citado se desprende que “los servicios sociales y económicos (desde la educación hasta la gestión del subte) entregaron casi 4 puntos de participación sobre el total del gasto a favor de la burocracia política y gerencial y los servicios de la deuda pública”. “Aunque en el imaginario se trataba de un gobierno de grandes inversiones, ya en el 2015 la relación entre la Inversión en Infraestructura había pasado de 19 a 7 veces. Es decir: en 2008, por cada peso que se pagaba por intereses de deuda, se invertían 19 en infraestructura. En 2015 sólo se invertían 7. Al finalizar el 2019, solamente 2”, concluye el texto.
Danzando sobre aridez financiera y ecuaciones yermas, el ex Presidente le regaló de un dedazo 2 puntos más de coparticipación a su lugarteniente en el perímetro geográfico que lo catapultó. “A estas bases fiscales totalmente corroídas y derrochadas vino a financiar el aumento infundado, faccioso y arbitrario de principios de 2016. Esta fue la causa y matriz de la medida, no fue producto de alguna maldad congénita o porteña del macrismo, fue una necesidad concreta de seguir financiando el modelo que le sirvió a la derecha como plataforma nacional. Es el mismo modelo o sistema que blinda a Rodríguez Larreta y reinterpreta la realidad según su conveniencia”, conjeturan desde el FdT.
Así, la confrontación demorada por la persistencia de Fernández en la búsqueda de salidas negociadas y la astucia de Rodríguez Larreta para camuflarse como un gestor que promueve soluciones terminó de estallar esta semana. Paradójicamente, tanto el kirchnerismo como el macrismo, polos centrífugos en cada una de las construcciones que batallan en el centro del ring, facturan a sus respectivos mandatarios las esquirlas que vuelan por estas horas con la cantinela de “yo te avisé”. Y al mismo tiempo, los funcionarios que entornan a Fernández desde sus albores como dirigente del peronismo metropolitano cavan túneles para la mitigación de daños, un objetivo que abrigan por la perduración del reparto de locaciones institucionales y franquicias para tribus afines antes que por el apego a las reglas de las tertulias de las elites porteñas.
Encantación de Dinamarca
La disputa venía en franco ascenso desde que el Jefe de Estado resolvió la demanda policial que llegó desde La Plata hasta la Quinta de Olivos. Las crónicas de aquellas jornadas narran el presunto desconcierto de Rodríguez Larreta, quien fue notificado por De Pedro a través de un llamado telefónico minutos antes del supuesto engaño a los intendentes macristas que acudieron al anuncio de Fernández en la residencia presidencial sin que nadie les avisara de qué iba el mensaje. Allí el Presidente informó que tomaría dinero que el gobierno anterior había asignado a la Ciudad, sin criterios objetivos, y los pondría a disposición de Kicillof para saldar el conflicto con los uniformados.
La respuesta inmediata del Gobierno porteño fue la medida cautelar solicitada a la Corte Suprema de Justicia, cuyas vocalías tendrían casi terminada la redacción de sus posturas pero fuentes del palacio de Talcahuano deslizaron ante este medio que el máximo tribunal aguardaría la resolución política antes de pronunciarse. A la espera de un fallo que no salía, el jefe municipal postergó dos meses el envío del proyecto de Presupuesto 2021 a la Legislatura y, cuando lo hizo, incluyó un impuesto de 1,2% sobre el consumo con tarjetas de crédito y una alícuota sobre la operación financiera con Leliqs.
Por instrucción del Ejecutivo nacional, el titular del Banco Central de la República Argentina (BCRA) retrucó con una carta dirigida a Rodríguez Larreta que no puede gravar con una carga tributaria letras del Tesoro reguladas por las facultades conferidas en la Carta Orgánica de la primera entidad financiera a través de una ley del parlamento nacional porque contradice el orden de la pirámide jurídica. Y aunque no lo mencione en la misiva, de fondo resuena el perjuicio que provocaría esa amañada jugada del macrismo sobre la política financiera del ministro de Economía, Martín Guzmán, para controlar la tensión cambiaria: un impuesto a las Leliqs podría redundar en la pérdida de atractivo y la orientación del excedente y la especulación sobre el dólar, ejerciendo nuevas presiones cambiarias.
Mientras Pesce despachaba su advertencia a la sede de Parque Patricios, los diputados opositores Cristian Ritondo y Mario Negri pedían precisiones a Sergio Massa sobre el rumor de la sesión que se llevaría a cabo finalmente el 30 de noviembre, al filo del vencimiento del protocolo para el funcionamiento de sesiones mixtas. El mandamás de la Cámara baja evadió las consultas o negó la especie, según las diferentes versiones corroboradas en los campamentos de JxC, y 20 minutos después de las 20 del viernes pasado se convocó a la sesión, con el tratamiento del traspaso de fondos como vedette, bajo la rúbrica del jefe de la bancada oficialista, Máximo Kirchner.
Lo que pasó después, con un preludio de mociones de orden y cuestiones de privilegio récord para los más memoriosos sobre hitos del recinto, resultó ilustrativo de las cuotas de representación y la potencia relativa de cada tinglado político. Ni el esfuerzo de Fernández por cultivar vínculos aceitados con la liga de gobernadores y tender puentes con el más esquivo, el cordobés Juan Schiaretti, ni las buenas migas de Massa con los bloques conservadores redundan en una cosecha que aporte sosiego al Gobierno. Al oficialismo no le sobra nada en ninguna de las dos cámaras y, sobre todo, la exploración de una concertación o un diálogo con radicales y macristas más o menos razonables no genera holgura o robustez ni prodiga dividendos: los diputados que responden a Roberto Lavagna, cuyo espacio fue beneficiado con una jugosa pero disimulada integración al proyecto de Fernández, generan tanta o más zozobra que los legisladores cordobesistas. Para colmo, el ex ministro de Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner se pavonea en los medios de comunicación diciendo que a veces la devaluación es la única salida, luego de que los jerarcas industriales acordaran con Guzmán que saldrían públicamente en defensa del actual tipo de cambio.
Qué te pasa, Buenos Aires
El Régimen de Coparticipación Federal emergió en 1935. Hasta ese momento, el país había adoptado un mecanismo de “concurrencia de hecho de la fuente tributaria”, bajo la concepción cimentada en las reformas constitucionales de 1860 y 1866 de que el gobierno central percibía los impuestos al comercio exterior y los impuestos directos, pero las provincias cobraban de forma complementaria con la Nación los impuestos indirectos.
Ese sistema se iría modificando sucesivamente. En 1973, se sancionó la ley 20221 y se dotó de una mirada más integrada y global tanto en la recaudación como en la distribución de los recursos tributarios. La norma estipulaba su vigencia por 10 años y la dictadura prorrogó su duración hasta 1984, pero la primavera alfonsinista alumbró un nuevo régimen recién en diciembre de 1987, con la aprobación de la Ley 23548. Desde entonces, el 56,66% de la masa coparticipable va para las provincias, 42,34% para la Nación y 1% en formas de aportes del Tesoro Nacional.
Sin embargo, el porcentaje que se destina a las provincias no se reparte de manera igualitaria o siquiera equitativa. El caso más emblemático es el de la jurisdicción piloteada por Kicillof, tan lesivo de la honestidad intelectual que hasta el propio senador radical Martín Lousteau lo mencionó cuando se aprobó la transferencia de fondos para la seguridad pública en la Ciudad. “Todos sabemos que la Provincia de Buenos Aires está fuertemente discriminada. Es la gran discriminada del sistema de coparticipación. Todos los que hemos estudiado este asunto –yo escribí un libro, mi primer libro, sobre el tema– sabemos eso: que es la gran discriminada de la Argentina, por escándalo, por mucho”, expuso.
Por eso, los ediles de JxC se abroquelan sobre el decreto de Macri como un “derecho adquirido” e irreversible. No es casual tampoco que desde las usinas periodísticas que aúpan al macrismo desde Cemento le reclamen firmeza a Rodríguez Larreta para plantarse contra la iniciativa del Ejecutivo nacional.
La otra cara de esa moneda es el espacio que, entre el nerviosismo y la radicalización, la patria mediática le obsequia al FdT, que podría seguir usufructuando del tono moderado a pesar de otros posicionamientos propalados desde su interior. El ejemplo más cabal lo ofreció antes del cierre de esta edición el ministro de Turismo y ex candidato a Jefe de Gobierno en las últimas elecciones, Matías Lammens, quien sostuvo: “me parece que Rodríguez Larreta está muy alejado de su propia posición. Los sectores más duros lo están llevando a la grieta, a lo que él tanto criticó. El Estado nacional le va a pagar todos los gastos correspondientes a la Seguridad”. Serenidad sin provocaciones, una receta resistida por los duros de todas partes con resultados discutibles en comicios porteños.
Peronismo y confusión
Resta saber la forma en que se tramitarán los corcoveos del FdT ante el macrismo. Entre algunos de los legisladores peronistas que acreditan escaños en la Legislatura talla la percepción de que el oficialismo se endureció: cansado del zigzagueo de Larreta, Alberto cambió el cariz conciliador por un discurso más confrontativo, interpretan fuentes de Perú 160 y Balcarce 50.
Las palabras de Kirchner en el cierre de la extensa sesión sobre la que pivotea este artículo habilitarían la especulación. “Hay muchos que son muy antiperonistas con el interior del país, pero cuando ve a alguno del peronismo porteño, al jefe de Gobierno le brillan los ojos”, soltó el diputado y líder de La Cámpora.
Esa expresión pega directamente en la línea de flotación de la embarcación de dirigentes del peronismo porteño que, desde 2007, mantienen acuerdos de gobernabilidad con el Pro, orbitan en los mismos conciliábulos y administran los resortes institucionales de una oposición que se entumece más allá de los activismos más nobles de organizaciones silvestres.
La definición es, como casi todo, tan parcial como circunstancial. Hace unas semanas, el asesor presidencial Juan Manuel Olmos, otrora presidente del PJ porteño, le reprochó a Lammens su agenda de reuniones. “¿Qué estás haciendo?”, inquirió el ex consejero de la Magistratura local. El ministro le respondió, no sin sorpresa: “estoy haciendo política”, y el interlocutor con oficina cercana al despacho del Presidente le contestó: “vos vas a la tele, nosotros hacemos política”.