El disparo contra el diputado Miguel Arias en Tapibecuá puso de manifiesto la violencia y el conservadurismo políticos de la elite correntina por enésima vez. Sin una línea de investigación clara al cierre de esta nota, el caso es tributario del legado de los Romero Feris y las intervenciones federales de Menem y De la Rúa.
“Nuestro amo juega al esclavo
de esta tierra que es una herida,
que se abre todos los días.
A pura muerte, a todo gramo”.
Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota
Unas 50 personas participaban del cierre de campaña del Frente de Todos en el distrito correntino de Tapibecuá, según los testigos de la fatídica noche del jueves pasado, cuando una bala calibre .22 impactó en el abdomen del diputado provincial Miguel Arias. A pesar de que las fuentes consultadas por Realidad en Aumento deslizan que el acto tenía un tinte “casi familiar” por la escasa concurrencia en un municipio de 1200 habitantes y un padrón de 600 votantes, ni la Policía local y las autoridades provinciales ni los peritajes iniciales dispuestos por el Gobierno central arrojan pistas de investigación claras. El agresor se perdió en la oscuridad, entre los árboles plantados frente al escenario, luego de efectuar el cuarto disparo. Pueblo chico, infierno grande.
Al repudio de ocasión que el mandatario provincial Gustavo Valdés y hasta el propio presidente Alberto Fernández manifestaron por Twitter, le siguió un reguero de versiones sobre la teoría de un atacante fuera de quicio sin eslabonarse a plan alguno. “No tienen móvil ni sospechoso y entonces es muy difícil determinar qué pasó”, le dijeron a esta revista desde el Ejecutivo nacional mientras seguían con atención el despliegue de la Gendarmería y la ministra de Seguridad, Sabina Frederic.
Los relatos recogidos por este medio entre los lugareños indican, incluso, que a menos de 200 metros del punto elegido por los candidatos peronistas protagonizaban su propio mitin los radicales. “Podemos decir que la campaña había sido aburrida y, antes que se desatara todo, la caravana que pasó por delante del acto donde se produjo el disparo se saludaba con sus contrincantes”, precisó uno de los asistentes.
Lejos de la cautela inicial impuesta por la crónica periodística local, el candidato a vicegobernador Martín Barrionuevo, fue el primero en señalar que se trató de un “atentado político”. Una diputada nacional con arraigo territorial litoraleño deslizó en off que el peronismo venía creciendo en las intendencias más importantes de la provincia, como Goya y Paso de los Libres, y esa percepción comprometería la suerte del radicalismo en el mediano plazo. De hecho, el candidato a intendente de Tapibecuá, Carlos Brazeiro, acredita su propio fulgor como para encabezar la apuesta electoral del Frente de Todos y, al momento del ataque, no solo estaba acompañado por la víctima, sino también por su compañera de fórmula, Gloria Pared, el propio Barrionuevo y Martín Ascúa, jefe municipal “de Libres”, al decir de sus habitantes.
Una parte del tembladeral quizá se explique por 20 años de radicalismo, para disgusto de los publicistas antiperonistas. Herederos del sistema político que edificaron las elites provinciales, las facciones de la UCR que responden a Valdés y el ex gobernador Ricardo Colombi juegan a la cinchada con las estructuras, haciéndole honor a la canción de Amboé.
Los campeones correntinos
Una de las particularidades de la provincia conducida por Valdés consiste en que nunca fue gobernada por el peronismo y la UCR se hizo de la manija recién en 2001. Hasta entonces, las clases dominantes correntinas se las habían ingeniado para alambrar sus campos tejiendo alianzas que blindaran los pasillos del poder a los partidos de mayorías en Argentina. La politóloga Penélope Vaca Ávila tuiteó el viernes que “la política correntina puede caracterizarse históricamente por tres rasgos: elitismo (dirigentes con fuertes vínculos interpersonales), conflictivo vínculo con el nivel nacional (federalismo como modo de evitar influencias porteñas) y un claro sesgo conservador/popular/clientelar”, y agregó: “es la única provincia argentina donde ninguno de los grandes partidos nacionales, UCR y PJ o sus escisiones, hicieron pie hasta la llegada del radicalismo en 1999. Tampoco dejaron mella los grandes movimientos populares. Hay cierto ostracismo”.
En su tesis doctoral por la Universidad Nacional de San Martin (UNSAM), Vaca Ávila postula un “modelo explicativo” para “el pasaje de un sistema de partido predominante a otro más competitivo” cuando el cacicazgo “no pueda preservar su cohesión interna y, como consecuencia de ello, una facción escindente se presente como competidor electoral”. “El éxito electoral de esta escisión interna solo se asegurará si cuenta con el apoyo de actores federales (principal, aunque no únicamente, el gobierno nacional)”, advierte, e identifica “faccionalismo, escisión y apoyo externo” como las claves “para salir de una situación de predominio en el contexto subnacional argentino”.
El trabajo de la académica correntina habilita la pregunta por la violencia política en esa provincia como una práctica esporádica pero recurrente. Entre 1983 y 1991, una alianza entre conservadores y liberales confluyó en el Partido Autonomista Liberal (PAL) y se hizo de las riendas distritales, piloteada por la dinastía de la familia de José “Pocho” Romero Feris. Hijo de Juan Romero, el fundador del diario El Litoral, y Adela Feris, hermana del ex vicegobernador Gabriel Feris, al abogado le sobraba pasta de campeón y a su familia, acumulación originaria para financiarle las aventuras políticas. Hasta 1987, “Pocho” fue gobernador luego de aplastar con el 47 por ciento de los votos a su propio tío, Julio Romero, quien había compuesto la fórmula con su tío materno, el periodista que editaba el matutino de su padre. Pasara lo que pasara, todo quedaba en familia. Sin embargo, Gabriel tendría su revancha como segundo del liberal Ricardo Guillermo Leconte al esfumarse el mandato de su sobrino, quien migraría al Congreso nacional.
El secreto para la eficacia del pacto entre liberales y conservadores en detrimento del peronismo y la UCR residía en el control del Colegio Electoral, eliminado por la reforma impulsada por el extinto presidente Carlos Menem para que el Partido Justicialista pudiera hacer pie. Antes de la supresión de ese organismo, el riojano dispuso la intervención federal en 1991 y ardió Troya: “para las elecciones de 1991, Menem jugó fuerte interviniendo el PJ local (un partido casi residual en la provincia) consiguiendo una inédita situación de empate en el Colegio Electoral por primera vez desde 1983 entre los partidos provinciales (PAL) y los nacionales (UCR y PJ)”, recordó Vaca Ávila en un hilo de Twitter. Asimismo, repuso que “la situación generó importantes hechos de crispación y violencia en la política local como electores ‘custodiados’ en otra provincia para preservar su integridad y otras excentricidades”. Los diarios de la época cuentan casi tantas voladuras de automóviles como pérdidas de puestos laborales por aquellos días.
El Ludo Matic menemista había hecho mella. Aunque los partidos locales resistieron la embestida de la Casa Rosada, el hermano menor de “Pocho”, Raúl “Tato” Romero Feris, se tentó con el influjo inoculado por el hombre de las patillas y abrió la disputa en el seno de su familia. Fundador de la Sociedad Rural de San Luis del Palmar, pensó que hacer política era como criar ganado luego de granjearse un triunfo en primera vuelta contra el candidato peronista Alberto De Filippo, jefe de un curioso y premonitorio “Frente Para la Victoria”, y fundó el Partido Autonomista Nuevo (PANU). “Tato” logró retener el poder hasta 1997, cuando las ecuaciones internas lo desplazaron hacia la intendencia de la capital correntina y se produjo el ascenso a la gobernación de Pedro Braillard Poccard, otro apellido de alcurnia que le valió a su portador para ser ministro de Seguridad provincial y reciclarse como senador nacional macrista desde 2015 pero no le ahorró su destitución en junio de 1999. Por aquellos días, una pueblada se autopercibió como “correntinazo” y se instalaron “carpas de la dignidad” en la Plaza 25 de Mayo, con reclamos iniciales por meses de atraso en el pago de los sueldos estatales que fueron aglutinando otras demandas.
La protesta ganó volumen, la sordera gubernamental no cejó y la primera medida para Corrientes dispuesta por el flamante presidente Fernando De la Rúa fue la orden de represión instrumentada por su ministro del Interior, Federico Storani, contra los manifestantes que bloqueaban el Puente General Belgrano el 17 de diciembre. El saldo de aquella incursión de la Gendarmería segó las vidas de Mauro Ojeda y Francisco Escobar y derivó en la segunda intervención federal de la provincia. Como pretendía que no era aburrido, el Jefe de Estado nombró a los radicales Ramón Mestre y Oscar Aguad como interventores.
2001, odisea radical
Para que la UCR permeara hasta la cima institucional correntina hizo falta que estallara el país, o se encaminara hacia la implosión. Dignos de las mejores estrofas en un chamamé, un Colombi todavía joven e intendente radical de Mercedes y los capitostes del Partido Liberal se unieron para los comicios, enfrentaron al incombustible “Tato” Romero Feris y lo derrotaron en balotaje. Siguiendo la cadena de hitos humorísticos, el nombre del sello victorioso de Colombi se llamaba “Frente de Todos”.
Desde entonces, el radicalismo gobernó ininterrumpidamente ese pago litoraleño. Sin reelección a la mano, Colombi ungió a su primo Arturo como sucesor en 2005, con apoyo del kirchnerismo por filtrar como vicegobernador al inocuo Rubén Pruyas. Néstor Kirchner y Cristina Fernández pugnaban ese año contra Eduardo Duhalde e Hilda “Chiche” González, quienes prohijaban a Romero Feris en su confrontación con el radicalismo correntino. El escrutinio favoreció al partido de Leandro Além pero le propinó una fisura a la relación entre los primos, como antes ocurrió con los hermanos del PAL y el PANU.
No obstante, Ricardo retornó en 2009 a la Casa de Gobierno local, ornamentada con la arquitectura italianizante dispuesta por el ingeniero Juan Col. Su regreso estuvo precedido por la zozobra causada por la denuncia por enriquecimiento ilícito que publicara el periodista Hernán González Moreno, a cargo del portal Agencia Corrientes e investigado también por distribución irregular de pauta oficial. Días antes de la elección, González Moreno fue hallado muerto en un paraje de la estancia El Rincón, a 60 kilómetros de Goya, y la literatura periodística concluyó que fue un suicidio. El fiscal de la causa, César Sotelo, le tiró tierra al primo gobernante bajo la sospecha de “peculado” entre la administración pública y el propietario del medio de prensa, mientras que el entorno del gobernador saliente retrucaba cuestionando la “supuesta independencia” del efector del Poder Judicial. No es casual que fuentes consultadas por esta revista durante las últimas 48 horas indiquen que Ricardo Colombi maneja los resortes de los juzgados.
A la distancia, una ex diputada provincial confesó ante Realidad en Aumento que se arrepiente de haber votado contra el juicio político al primo más poderoso, quien logró reformar la Constitución para mantenerse en el gobierno hasta el 2017, cuando se quedó con el cetro Valdés. “Yo creí que era preferible el radicalismo antes que los conservadores y voté en contra a pesar de las presiones”, contó.
Frente a la indeterminación de la investigación por el disparo contra Arias, el derrotero histórico correntino es pródigo en argumentos para sugerir que un atentado político como el del último jueves obedece a una lógica imperante en el distrito. La racionalidad jurídica y la pesquisa policial tal vez no alcancen para ofrecer ligazones comprobables pero el diablo sabe por viejo.