El acuerdo es político

El pacto con el FMI está apalabrado. Entre algunos detalles queda resolver el momento propicio para anunciarlo. En esa definición se juega quién se cuelga los laureles y quién asume los costos.

Ningún margen para que no lo haya. Es una foto que no le conviene a nadie.

Cuando viajó el viceministro de economía Fernando Morra, hombre de Guzman, a principio de mes, el apretón de manos con el fondo se convirtió en un hecho. Porque el tipo fue con la libretita a mostrar los números.

No obstante es cierto que fue Segio Massa quien, dos meses antes, en una reunión reservada con el segundo del organismo, Geoffrey Okamoto y funcionarios de peso del Tesoro norteamericano, destrabó el apoyo de Estados Unidos cuando Guzmán aún no había sido recibido por la titular Janet Yellen.

Para sellar el acuerdo Argentina se compromete a llegar al déficit cero en el años 2025. Con esto alcanza para conformar al FMI sobre la implementación de reformas estructurales. Son condiciones necesarias para alcanzar esa meta.

Por parte del organismo cede con la quita de intereses punitorios y sobretasas y muestra voluntad al incluir una cláusula pari passu en caso que se habilite la extensión de plazos en futuras restructuraciones. Es que se trata del punto sensible, diez años para pagar con los primeros cuatro de gracia.

Es por eso que el presidente Alberto Fernández niega que los términos ya estén cerrados. Trascendió la idea de Cristina Fernández de Kirchner, que parecía haber dado la venia al plazo hasta que aclaró que la propuesta es que esos años empiecen a correr una vez que la Argentina recupere los niveles del 2018

La explicación es que no hay excel que cierre. Los equipos técnicos del Palacio de Hacienda forzaron las proyecciones de los cuatro sectores provedores de los dólares que van a garantizar el cumplimiento del pago al fondo en los plazos estipulados. Estos son soja, vaca muerta, minería e industria automotriz.

Sucede que a excepción de la soja, los otros tres mencionados al día de hoy presentan balanzas deficitarias en términos de divisas. Requieren más de la que aportan.

Se suma la dificultad de que aún si se dieran esos cupos exportables que presentó Economía en Washington, no existe factor que garantice que dentro de cuatro años haya países que compren lo que vendemos.

Once mil millones de dólares anuales va a requerir el país para cumplir con sus compromisos. Suficiente con ver la balanza comercial y el balance cambiario para deducir que es impagable.

Bien lo sabe el organismo. Que a Kristalina Georgieva, directores y técnicos se le escape esto es inverosimil.

Ocurre que de la misma manera bien sabe el Fondo que es corresponsable del fenomenal endeudamiento, el más abultado de la historia, destinado a financiar la relección de Mauricio Macri.

Profundizar en lo promiscuo de ese vínculo es el escollo a sortear.