La definición ideológica del déficit fiscal viene dada por la imposibilidad, en caso de sostenerse la rigidez de la arquitectura financiera internacional, de cumplir con una deuda criminal. El riesgo es que la ofrenda se traduzca en ajuste.
Fiscalismo táctico
“El equilibrio fiscal no es una cuestión de derecha” repite el Ministro de Economía Martín Guzman a modo de ofrenda. Al tipo le toca explicarle a los acreedores de la Argentina cómo va a hacer el país para pagarles. Sabe que para poder pagar, se requieren reformas complejas con imprescindible apoyo de la comunidad económica internacional. Bajo el estatuto vigente que rige los términos del acuerdo que el país busca, la deuda resulta impagable porque a partir del 2024 los compromisos asumidos superarán los 16 mil quinientos millones de dólares. Una bomba a estallar en manos del próximo gobierno electo, que según las estimaciones, contará con un superávit comercial por debajo de los 20 mil millones de dólares, insuficientes para abastecer la fortísima demanda de la economía local, aún sin tener que poner casi todo en deuda.
Según Guzman la salida es poder pagar en 20 años lo que el FMI establece en diez. Ocurre que no hay precedentes históricos. Nunca jamás en la corta vida que tiene el Fondo se reformaron las reglas en función de la necesidad de un país específico.
Argentina discute la arquitectura financiera internacional y para coronar en el debate, necesita que lo banquen países grosos.Es por eso que en cuanto foro, tal como sucedió en la última reunión del G20, así como medio referente a nivel local e internacional que lo entreviste, dice lo mismo que lleva en su maletín a las giras previstas para antes que termine el mes: un plan plurianual para llegar al equilibrio fiscal. Esto quiere decir que en tres años el estado no va a gastar mas que lo que recauda. El principal objetivo es conseguir los apoyos para dar en el blanco.
Fiscalismo estratégico
Cuando la cuenta el Presidente de la Nación apela a un Nestor Kirchner “obsesivo de lo fiscal”. Así traslada la defensa acérrima del equilibrio de las cuentas públicas al campo nacional y popular. Pero el guiño al sector privado es evidente, el gobierno que Él preside no intenta bancar vagos con la ganancia del capital.
Esto trae consigo la idea de ajuste. La pregunta sobre si el fiscalismo se traduce inexorablemente en un ajuste del gasto público no tiene una respuesta acabada y dentro del Palacio de Hacienda las ideas se subordinan al pragmatismo.
En diálogo con Realidad en Aumento un cuadro medio del ministerio de economía cuenta que cuando daba clases en la facultad enseñaba que la teoría monetarista así como la dominancia fiscal sobre el resto de las herramientas de la política económica, eran teorías muertas luego del colapso económico mundial desatado en el año 2008. El fenomenal salvataje de los estados al sector financiero internacional, dejó en claro el rol de los estados: gastar para sostener al sector privado. ¿Entonces? ¿Por qué el gobierno no explica que el déficit público es el superávit del sector privado? “Porque debemos guita” Es la respuesta.
Data útil, el fiscalismo de Néstor Kirchner se consagró en el marco de la negociación de la deuda externa heredada y declarada en default un par de años antes.
Fiscalismo no ideológico
El fiscalismo como carta puede ser útil a distintas funciones.
Argentina no tiene otra salida más que conseguir que se modifique el estatuto del fondo, enorme esfuerzo apenas para que alargue los plazos. Eso que suena a tema menor es un hecho histórico que no se logra sin seducir a las potencias. La manera es prometer cuentas que cierren y musculatura política. A esto último responde la ley de sostenibilidad así como el impulso para una investigación que sustente una querella criminal contra los endeudadores y fugadores del gobierno cambiemita.
Que el esquema de negociación se mantenga hasta después de octubre es el amparo que pretende el gobierno. Desde la Rosada detallan que la idea es conseguir una carta de intención con el FMI previo al abultado vencimiento con el Club de París previsto para junio. Con ese papel obtener de este organismo la extensión de los plazos para acordar los términos de una restructuración.
“Un acuerdo plausible que lleva más tiempo es preferir un no acuerdo ante un mal acuerdo” define un miembro del gabinete de gobierno.
Lo cierto es que todo el plan de gobierno se desprende de dicha negociación. El correlato directo entre la oda al equilibrio de las cuentas públicas y el ajuste del gasto depende de la evolución de este combo de variables complejas, económicas y políticas. La árdua tarea de dar con la maquinaria necesaria para mover los cimientos.