El pulso de la dependencia

Bajo la sombra de la injerencia norteamericana, las clases dominantes de Latinoamérica interpretan con mayor o menor coordinación los papeles escritos en Estados Unidos para el calendario electoral de la región. Frente al asedio de una derecha inescrupulosa que denuncia fraude o populismo como si fueran lo mismo, las experiencias políticas plebeyas persisten con la siembra de serenidad y preservación de las instituciones democráticas como reservorio de las garantías constitucionales que no siempre realizaron sus promesas.

Yo ya no puedo cumplir
hazañas que prometí”.

Encuentro con un ángel amateur
Indio Solari

El imperio en las listas

Mientras Argentina se encamina al cierre de la nómina de precandidatos para el próximo turno electoral, la pregunta por el manejo de la lapicera apunta a los principales dirigentes de las coaliciones en pugna pero omite la incidencia de los sectores dominantes en la inscripción de postulantes. La lengua posdictatorial que se habla en la actualidad paga carísimo la erradicación de palabras como imperialismo, al decir de Natalia Romé, doctora en Ciencias Sociales y profesora de la UBA, y talla cierta naturalización alrededor del hecho de que cada fuerza partidaria gravitante cuenta con dirigentes bien ponderados en la embajada norteamericana en Buenos Aires.

En ese sentido, el carácter crucial que tanto el oficialismo como la oposición le imprimen a la contienda por venir escamotea la veeduría tácita o explícita de Estados Unidos en la confección previa, según el rinde para cada actor. No es casual que María Eugenia Vidal, ex gobernadora de la provincia bonaerense y ahora cabeza de la tira de diputados nacionales por el distrito porteño, haya sido recibida por el secretario general de la OEA, Luis Almagro, antes de confirmar su candidatura.

Tampoco hay carambolas en las definiciones que conmueven al Frete de Todos por estas horas: la especie que promovía vacancias en el gabinete de Alberto Fernández por la migración de ministros a las trincheras por el voto rugía con el combustible de las corrientes internas que anhelan expandirse al interior del gobierno. Sin embargo, también abrigaba la traducción inconsciente del kirchnerismo duro contra el ministro de Economía, Martin Guzmán, y su prestigio en las arenas de la negociación por la deuda con el FMI y el Club de París, después de la cucarda por la victoria ante los holdouts y su serenidad frente a las sucesivas corridas cambiarias. En ese sentido, existe una psicología de la sospecha que empuja a los que ejercen la conducción política a la desconfianza sobre la acumulación de los que le responden. Los enroques de rango ministerial por un escaño en el Congreso abrían la especulación sobre la creación de una súper cartera que juntara las competencias de Desarrollo Productivo y el Palacio de Hacienda, bajo la égida de Sergio Massa, a quien tanto en la Casa Rosada como en la base de sustentación peronista le reconocen su capacidad para el cultivo de amistades con Washington más allá del cóctel local de cada 4 de julio. “Menos mal que se avivó el Presidente de que le estaban desplumando el gobierno”, dijo una funcionaria del entorno de Santiago Cafiero a Realidad en Aumento para desmentir esos rumores sobre movimientos de piezas en el tablero que involucren al ministro coordinador.

Las primarias de Chile, por caso, también son indicativas de la potencia cauterizadora o la supervisión inhibitoria de los halcones que conspiran contra las timoratas revisiones de la política exterior desplegada por Donald Trump con las que presumen los demócratas de la administración de Joe Biden. Por más jolgorio que se alce para la reedición de las odas a las alamedas por la magra cosecha de la derecha trasandina, el domingo pasado solo votó el 50 por ciento de los empadronados en el país cordillerano. Ante la consulta de este medio, un dirigente que participó de las protestas desatadas en Santiago desde octubre de 2019 sostuvo que no veía diferencias sustantivas entre un eventual mandato de Gabriel Boric comparado con Sebastián Piñera y deslizó que hasta imaginaba el mismo despliegue represivo con los carabineros.

Sin ir más lejos, el propio Marco Enríquez-Ominami le advirtió a esta revista que sería una ingenuidad abrazarse a la idea de que Biden relaje el tutelaje yanqui en la región debido a su agenda en Oriente Medio o sus cabildeos con Rusia. “Puede que renuncien a las invasiones pero no a ejercer todas sus herramientas para presionar a los gobiernos que no pertenezcan al gusto de su paladar”, explicó.

Y como abono extra a la cautela analítica, sobran referentes de la izquierda chilena que admiten que incluso la Constituyente que resplandece frente a la decadencia del Congreso tiene un límite. “La ley que le dio origen establece como piso obligatorio vinculante todos los tratados internacionales, los de derechos humanos pero también los comerciales. El desafío de la Constituyente es gigantesco porque tiene que mantener su legitimidad y construir reglas que permitan mayor justicia social”, abundaba un vocero del comunismo realmente existente allí.

Otra manifestación inminente de los corcoveos geopolíticos podría verse el próximo 1 de agosto en México, donde el presidente Andrés Manuel López Obrador convocó a un plebiscito para que el pueblo decida si marchan a juicio 5 antecesores suyos acusados de corrupción. Inédito y antisistémico a la vez, el ensayo podrá atribuirse a la audacia del mandatario pero debe leerse bajo el prisma del asedio que sufre de parte del establishment azteca y los intereses que se aglomeran al norte del Río Bravo. Los que tienen la sartén por el mango en esas latitudes están que trinan porque, aunque AMLO no buscaba pelearse con la Casa Blanca, 93 millones de mexicanos tienen la chance de pronunciarse contra los delegados y buffeteros norteamericanos en el DF.

El Jefe de Estado justificó el referendo contra Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), Ernesto Zedillo Ponce de León (1994-2000), Vicente Fox Quezada (2000-2006), Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012) y Enrique Peña Nieto (2012-2018) por “entregar bienes de la nación”, “convertir deudas privadas en públicas”, “traicionar a la democracia”, desatar una “guerra” con la excusa del narcotráfico y cometer “actos evidentes de corrupción”, respectivamente. Un diplomático argentino comentó que la derecha acorraló a López Obrador después del accidente en el metro de Ciudad de México, el pasado 3 de mayo, con un saldo de 15 víctimas fatales y decenas de heridos. Justamente, los dos candidatos a sucederlo en el Palacio Nacional son la actual jefa de Gobierno de la capital, Claudia Sheinbaum, castigada en la prensa por los acontecimientos, y el canciller Marcelo Ebrard, quien estaba al frente del Poder Ejecutivo distrital cuando se inauguró la línea caída en desgracia. Sin reelección a la mano, AMLO no tiene otra alternativa que tirar del mantel.

Las colonias en las urnas

La semana culmina con el reconocimiento del triunfo de Pedro Castillo en Perú por parte de la Junta Nacional Electoral, a pesar del pataleo de Keiko Fujimori y el conservadurismo zombie. El batacazo del maestro abre una oportunidad histórica en el tercer país que liberaran las tropas de José de San Martin en el Siglo XIX pero no avienta los fantasmas del golpismo y la desestabilización. Por esa razón, el ganador abre espacios en su gabinete para ensanchar sus espaldas y ganar musculatura, sabiendo que sus adversarios no van a cejar.

A 90 millas del imperio, Cuba afronta por estos días una embestida bestial de parte de los ultras norteamericanos y los gusanos de Miami, consumada a partir de las protestas que condensan el malestar social por los cortes de energía eléctrica, la escasez de alimentos y el crecimiento de contagios a una escala irrisoria si se la coteja, por ejemplo, con Argentina. Encapotada por la querella entre los defensores de la revolución que reclaman la mención del bloqueo estadounidense como estrangulamiento que causa las carencias y la izquierda liberal que concede el tópico pero levanta el dedo índice por las promesas incumplidas de los herederos de Fidel Castro y Ernesto Che Guevara para las nuevas generaciones, la isla es hablada por las cadenas internacionales de noticias con la misma ponzoña que cuando Jorge Ricardo Masetti fundó Prensa Latina.

En tal contexto, el doctor en Filosofía Fernando Buen Abad señaló al grupo de artistas San Isidro como uno de los espacios que agitó las movilizaciones. En declaraciones a FM La Patriada, mentó la analogía entre los raperos cubanos y los cantantes pop que iban desde Shakira hasta Alejandro Sanz y se arrogaron la defensa de la democracia en Venezuela, en un recital que las guarimbas aprovecharon para el camuflaje del desembarco de armas y pertrechos entre los equipos de sonido que llegaban desde el extranjero. Incluso, un informe de Giordana García Sojo para el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag) reconoce que “uno de los antecedentes directos de estas movilizaciones es el Movimiento San Isidro convocado en noviembre de 2020 mediante una serie de protestas de artistas –especialmente jóvenes– que terminaron en una concentración de aproximadamente 300 personas a las puertas del Ministerio de Cultura, donde hizo presencia el jefe de la misión diplomática estadounidense, Timothy Zúñiga-Brown, a lo que la cancillería cubana respondió convocando al funcionario por injerencia en los asuntos internos”. “En adelante, el Movimiento San Isidro se ha convertido en centro de las protestas antigobierno”, consigna el documento.

No obstante, resulta insoslayable que los jóvenes nacidos y criados después de la caída del Muro de Berlín cargan otras demandas: en La Habana hay datos móviles en los celulares desde hace aproximadamente un lustro, lo que produce grados de apertura y frenesí inusuales. Y al mismo tiempo, Raúl Castro se fue corriendo del poder formal para dar paso a las expresiones que puede llegar a encarnar Miguel Díaz-Canel pero, según testimonios recogidos para este artículo, la conducción del Estado cubano sigue siendo retardataria en ciertos aspectos. Por caso, se realizó una reforma constitucional en 2019, con aprobación del 86 por ciento de la población, pero primero se incluyó y luego se borró de un plumazo el matrimonio igualitario.

Del excursus Nicaragua ya se habló aquí pero no está de más recordar que habrá elecciones el próximo 21 de noviembre y buena parte de la desestabilización y las confrontaciones entre Daniel Ortega y la oposición son tributarias de la reforma previsional encargada por el Fondo Monetario Internacional (FMI) a Managua y anunciada por los sandinistas en abril de 2018. Zorros viejos, los detentores de la arquitectura jurídica y financiera globales exigieron rebajas en haberes y estiramiento de la edad para el ingreso en la etapa jubilatoria pero luego promovieron el desorden social contra su implementación, a través de campañas desplegadas en medios de comunicación financiadas por la USAID y la CIA con la Fundación Chamorro -perteneciente a una sanguinaria dinastía nicaragüense-.

Similar es la tesitura que ronda el reciente magnicidio en Haití y cuya repercusión rompió la matrix de la politología curtida en las escuelas del hemisferio norte. El asesinato de Jovenel Moïse en la madrugada del último 7 de julio puso de relieve no solo el desangelado proceso electoral que lo depositó en la cima de las instituciones del primer país del subcontinente en independizarse –allá por 1804-, sino el recorte diseñado por el FMI y aplicado por el otrora empresario bananero, a cambio de 96 millones de dólares. El remedio, para variar en el rubro de las recetas económicas de los verdugos, fue peor que la enfermedad. No está de más detenerse en un dato: en 1915, una rebelión popular contra el gobierno haitiano terminó con el asesinato del presidente Vilbrun Guillaume Sam y la posterior invasión de rigor. “Woodrow Wilson envió a los marines a Haití para evitar la anarquía. En realidad, ese acto protegió los bienes de Estados Unidos en el área y evitó una posible invasión alemana”, señala un texto de la oficina de Historia del Departamento de Estado de la potencia por entonces en ascenso.

El poder permanente

En el ojo del huracán, Colombia volvió a convulsionarse el 20 de julio, al cumplirse el 211º aniversario de la independencia. Los estudiantes y los trabajadores se lanzaron nuevamente a las calles, a pesar de que las voces del sistema político confesaron a esta publicación que la fuerza del conflicto se encuentra en su cuarto menguante.

De cara a las elecciones de 2022, el favorito es por el momento Gustavo Petro, mientras que un sondeo de Celag revela que el 76 por ciento de los consultados sobre un universo de 1900 casos considera de forma negativa la gestión de Iván Duque y Álvaro Uribe acredita tan solo un 17 por ciento de imagen positiva.

La incógnita para el poder económico bogotano se asemeja a la del empresariado paulista en Brasil: con Jair Bolsonaro entre el hipo y el desastre, las elites necesitan de un líder que ordene el país para trazar un plan de negocios más razonable, y esa figura podría llamarse Lula Da Silva. Quizá las corporaciones hayan tragado tierra y saliva mientras los mandatarios de su odio de clase repartieron hiel por doquier y opten, durante el tiempo que demoren en forjar candidatos más pasteurizados, por expresiones políticas menos simpáticas ideológicamente pero más previsibles políticamente.

La criminalidad de lo que propiciaron en Bolivia, con el deplorable apoyo del gobierno macrista a los golpistas que derrocaron en 2019 a Evo Morales, tal vez funja como pieza clave en el museo regional del terror. Paradójicamente, la muestra que debiera infundir vergüenza en los autores de la atrocidad también produce disciplina en sus antagonistas para que no se animen a desafiarlos.